domingo, 11 de noviembre de 2018

Entrevista con Miren Agur Meabe


«Escribir para jóvenes no es solamente contar, es también ofrecer belleza y sensibilidad a través de la lengua escrita»




Miren Agur Meabe es una destacada escritora vasca que visita nuestro país en el marco del Hay Festival Arequipa 2018. Con estudios en Magisterio y Filología Vasca, ha trabajado como editora y actualmente se dedica a la traducción y a la creación literaria de poesía y literatura infantil y juvenil. A lo largo de su carrera, ha sido galardonada con distintos premios como el Premio Euskera de Literatura Infantil y Juvenil. Sus obras son el bastión desde el cual lucha por la conservación del euskera, su lengua y parte fundamental de su identidad. Conversamos con ella y nos deja muchas interrogantes para reflexionar en torno al compromiso que debemos asumir para la conservación de nuestras lenguas minoritarias. 

Tus inicios como escritora fueron en el género poético. ¿Cómo fue tu acercamiento a la literatura infantil y juvenil?
Creo que se debió a más de un motivo. Por una parte, durante un larga temporada trabajé para la editorial Edebé como directora de la sección de libro de texto en el país Vasco, y me tocó alternar con algunos escritores en lengua vasca. Observando su trabajo y la afición natural que tenía, surgió en mí el deseo de empezar a escribir para niños. A eso se le sumó un acontecimiento personal: el nacimiento de mi hijo.

A veces se subestima a la literatura infantil y juvenil por considerarla simple. En tu opinión, en qué radica la complejidad de escribir para jóvenes.
Respondiendo a tu premisa inicial, diría que hasta hace poco no se ha tenido en cuenta el valor de la literatura infantil y juvenil porque no se ha considerado ni siquiera que existía. Simplificando mucho, afirmaría que literatura infantil es toda aquella expresión o manifestación de la palabra que pueda tener para un componente lúdico o de formación para el niño. Sin embargo, durante muchísimos años la literatura infantil ha estado siendo gobernada por una especie de madrastra, que es la pedagogía. Esto ha causado que muchos textos, que a priori debieran ser completamente independientes de instruccionismos de cualquier tipo, hayan terminado al albur de las épocas y las ideologías. En cuanto a la complejidad en la literatura juvenil, creo que radica en el hecho de escribir para un público que está dejando de ser niño sin llegar a ser adulto todavía. En mi caso, la literatura juvenil por lo menos intenta respetar tres puntos cardinales: la realidad, referido a escribir obras que contengan elementos cercanos a la vida cotidiana de los jóvenes lectores; la individualidad, referido a la construcción de los personajes. Hay que tener en cuenta que los personajes deben ser especiales, con una personalidad marcada, y deben vivir los aconteceres del día a día con cruda realidad, porque la realidad así lo es. El tercer punto cardinal es la poética. No me refiero a que la escritura sea abundante en recursos poéticos, pero sí a que el lenguaje tiene que tener un nivel de estética que lo aleje del lenguaje cotidiano para que los lectores puedan también apreciar el valor de belleza que tiene la lengua. Escribir para jóvenes no es escribir solamente una historia amena, desde mi punto de vista, es también ofrecer belleza y sensibilidad a través de la lengua escrita; no es solamente contar, importa mucho cómo se cuente, cómo se trabaja el lenguaje si es que queremos que sea literatura. Una cosa es un libro para un niño o un libro para joven y otra cosa es literatura para ellos.

Mencionaste un fin formativo en la literatura infantil, pero también desligas de la mirada pedagógica que ha tenido durante mucho tiempo. ¿Cómo diferencias estas dos miradas?
Considero que obras completamente puras no pueden existir porque todos los autores tenemos cierta marca ideológica más o menos evidente. Sí se tiene que mantener el texto alejado de instruccionismos de cualquier tipo, ya sean religiosos, políticos o morales. Es decir que, aunque las obras transmitan algún valor, porque es imposible que la personalidad o el pensamiento del escritor no se manifiesten de alguna manera en el texto, no tienen que convertirse en panfletos con demasiada ideología o demasiada moralina.

Como mencionábamos, tu relación con la poesía data desde tus inicios como escritora. ¿Qué crees que les puede ofrecer este género a los jóvenes?
He escrito también poesía para niños y actualmente tengo un libro en preparación de poesía para jóvenes. Sin embargo, nunca se han editado como libros exclusivos del género; siempre han ido dentro de narraciones que englobaban los textos poéticos, por ejemplo, al final de un capítulo. Para mí esto es importante porque yo me considero más poeta que narradora y mi forma de expresarme a veces es mucho más certera a través de las imágenes que a través de los hechos narrados. Por otro lado, veía que en la escuela se produce un corte comprensible, pero también absurdo, en relación con la poesía. Cuando los niños son pequeños, se les motiva mucho a través de canciones, rimas, baladas, canciones de cuna, etc., que les resultan muy familiares porque son las primeras manifestaciones del lenguaje con las que están en contacto, pero según van avanzando en el aprendizaje en la adquisición de las herramientas de la literatura y la escritura se les va dejando de presentar la poesía hasta que llega un momento en que estos niños que empezaron con un contacto natural con la poesía se vuelven adolescentes o jóvenes a quienes  la poesía les parece completamente ajena o de sentimentales, algo para cursis, pasado de moda o muy complejo. Entonces, lo que planteé es que había que solventar esta carencia de alguna manera, y empecé a meter la poesía en pequeñas píldoras dentro de las narraciones. Como a mí me gusta mucho la mezcla de géneros, la fórmula que he utilizado ha sido la de una narración que incluía poemas que servían para reafirmar la voz de los personajes o para contrastarla, para ponerla en cuestión. Para mí es enriquecedor poder plantear el mismo tema por escrito en prosa y a continuación, como si nada, como si fuera el caramelito, abordarlo nuevamente en otro registro, el poético. El contenido es el mismo, pero planteado con dos registros diferentes.

Después de varios años que llevas escribiendo para niños y jóvenes, ¿percibes algún cambio en los lectores?
El cambio más acusado que percibo en edades tempranas es la progresiva dificultad para escuchar, para escuchar una explicación. Esto puede trasladarse a un plan escrito como la incapacidad de leer textos largos. Hay que comprender que están muy influidos por los medios de comunicación y por todo el mundo de las nuevas tecnologías, entonces lo niños pretenden recibir respuestas rápidas a cualquier estimulo. Cuando voy a los centros educativos a hacer animaciones referidas a mis libros, veo que algunas técnicas que utilizaba antes para motivar a la lectura o narraciones complementarias que aprovechaba para hablar del valor de la lectura ahora no funcionan tan bien, porque la capacidad de escucha de los alumnos de edades tempranas ha disminuido muchísimo. Esa no es solo mi percepción, sino también la comparten otros colegas. Ya no somos capaces de tener a los niños sentados escuchándonos, escuchando el valor de la palabra, escuchando la magia o el mensaje que hay detrás de un párrafo, de un capitulo. Con los jóvenes ocurre algo parecido: necesitan leer a través de imágenes. Yo diría que han perdido músculo para la lectura, citando la idea de Susan Sontag de que para leer hay que ejercitar también el musculo mental. Actualmente, veo que los jóvenes normalmente solo acuden a las lecturas prescritas en los colegios, muchas veces pensando solo en la evaluación.

Mencionabas hace un rato la importancia de la realidad al momento de escribir para jóvenes. ¿Qué lugar tiene la fantasía en tus libros?
Pues hasta ahora muy poco. Pero ya tengo ganas de empezar a hacer algo que se salga del realismo. Mis textos hasta ahora no contienen ni ranas encantadas, ni arcones piratas, beben de la realidad cotidiana y de los problemas más cercanos como pueden ser la muerte de los seres queridos, como puede ser el desempleo de un padre o de una madre o los problemas escolares o los conflictos amistosos. Sí ha pasado en algún caso que, cuando el realismo de la historia era demasiado crudo, he dado un pequeño salto dentro de la misma historia a la ficción más fantástica. Por ejemplo, poniendo narradores complementarios no humanos como pueden ser unos pájaros. Hasta ahora son novelas sobre el mundo cotidiano, de corte realista, pero tengo ganas de hacer algo diferente, porque no te puedes estar repitiendo constantemente y cada libro nuevo que inicias debe ser un pequeño reto y un pequeño cambio en tu trayectoria. Tengo iniciadas dos historias: una para jóvenes y otra para niños en las que sí va a haber elementos de magia, pero no magia Harry Potter, sino una magia vinculada a las tradiciones autóctonas.

Tus publicaciones siempre han sido publicadas en euskera y luego traducidas por tu misma a otras lenguas. ¿Qué impacto consideras que tiene para una sociedad el hecho de que se publique producción intelectual en lenguas minoritarias?
Ese es uno de los temas sobre los que hablé en una de las mesas del Hay Festival. El país en el que yo vivo administrativamente y políticamente pertenece al Estado Español, pero mi cultura, mi lengua y mi identidad poco tienen que ver con la española. Para mí escribir en euskera es un acto que tiene varias dimensiones. En primer lugar, es un acto de amor hacia mi familia, mi pueblo y mi patria, la verdadera patria genealógica. Por otra parte, es un acto de compromiso con mi tiempo y con mi sociedad en el sentido de que escribo en una lengua que ha sido debilitada por los avatares y que ha sido castigada y reprimida, pero con la conciencia de que hacerlo ayude a que esta lengua perviva en la amalgama de la globalidad. Muchas veces me preguntan por qué no escribo en castellano si así tendría tal vez más lectores. Escribir en euskera es también un acto de compromiso con mi tiempo y un acto ecológico porque muchas veces hablamos de especies y de plantas que tienden a desaparecer y no hablamos de las muchísimas lenguas que desaparecen en el mundo porque no hay suficientes hablantes o los gobiernos, los sectores pudientes normalmente neoliberales, no apoyan la continuidad de estas lenguas. Por último, considerando que nuestra literatura vasca es reciente y gran parte de su historia se ha basado en libros religiosos, moralistas y doctrinales, pienso que escribir en euskera puede ser un acto de modernidad, en el sentido de que se puede decir lo que todavía no se ha dicho en este idioma. Por ejemplo, lo referido al ámbito del desarrollo de la mujer desde el punto de vista feminista y de liberación.

Ya para concluir, cuéntanos un poco sobre la conferencia para docentes que vas a dar el domingo.
El título de la conferencia es De qué hablamos cuando hablamos de literatura juvenil. Abordaremos las interrogantes de cómo, quién, dónde, por qué y para qué en los libros para jóvenes. Uniendo esas interrogantes, iré comentando cómo confecciono mis libros e intercalaré con las lecturas de fragmentos de algunos de ellos. El quién es el trinomio en el que yo me baso para a la hora de plantear cualquier historia: realidad, individualidad y poética, al que habría que sumar las referencias. No sé si es porque he sido maestra, porque trabajé muchos años editando texto escolar o simplemente porque me gusta, siempre he tenido un afán culturalista. No es que quiera instruir a los jóvenes, pero sí me gusta hablarles de personajes que a mí me han enriquecido mucho como Leonard Cohen, Roberta Plack o César Vallejo. Por otro lado, el qué se refiere a los temas que pueden ser sociales, pero también de la propia personalidad, de la autoafirmación del yo y del vivir para algo. El dónde se refiere a los escenarios en que suelo ambientar mis historias, que generalmente es el presente real, aunque a veces hago saltos al pasado histórico. Por ejemplo, en una de mis novelas (Urbete itsasargian, ganadora del premio Euskera de Literatura Infantil y Juvenil), hablo sobre la Guerra Civil Española, que supuso una amputación para la cultura vasca, puesto que antes de este periodo vivimos un interesante florecimiento cultural que de pronto se vio truncado. Respecto al por qué, se refiere a por qué escribo. Mis porqués tienen que ver con la emoción, con el deseo de dar un mensaje, con el compromiso. El para qué es ofrecerles a los lectores un gozo con la palabra escrita y algún conocimiento sobre el mundo, pero de una manera natural, orgánica, no de una manera instruccionista.





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