Ilustración: Pequeocio |
Se abre el telón y, por unos
minutos, la ficción invade la realidad adquiriendo forma a través del cuerpo y
la voz. Bien decía García Lorca que «el teatro es poesía que se sale del libro
para hacerse humana». Es esa su magia.
Pese a que hacer teatro en el
Perú es difícil, el esfuerzo de dramaturgos, actores y productores
comprometidos con su arte nos permite acercarnos a esa magia con una variada
programación teatral. Para todos los gustos y públicos, incluidos los niños. Existen
colectivos o asociaciones con un trabajo exclusivo para ellos, como
Coladecometa, Palosanto o La Mayu. No obstante, este dinamismo dista mucho de
la situación del teatro para niños en el sector editorial.
Si analizamos la producción
editorial de literatura infantil y juvenil en Perú, notamos que el teatro está
casi ausente. No obstante, aunque en otros países hispanohablantes haya más
publicaciones de este género, la diferencia con la narrativa, e incluso la
poesía, sigue siendo apabullante. No en vano el español Juan Cervera lo llama
«Cenicienta de la literatura infantil», aunque a decir verdad lo es también de
la literatura en general, sin etiquetas.
Pero, ¿por qué habría de
leerse teatro para niños? Consideramos que hay dos razones importantes. En primer
lugar, si partimos de que la obra teatral tiene dos dimensiones —el texto y la
representación—, podemos asumir la lectura del texto teatral como una
posibilidad diferente y complementaria de acercamiento a la obra, no
indispensable, pero sí enriquecedora. La representación nos permite una
apreciación del momento centrada principalmente en las acciones de los
personajes. Impera el impacto sensorial y emotivo que genera en el espectador. Escuchamos
los textos de los diálogos como si fuéramos testigos de una conversación casual.
Prestar atención a lo que dicen los permitirá saber qué pasa. No obstante, la
fugacidad del momento y el estar concentrados en lo que ocurre ante nuestros
ojos, a veces no nos permiten apreciar la estética de esos diálogos o frases
dignas de ser recordadas e interpretadas pasan por nuestros oídos con velocidad
tal que a veces no podemos aprehenderlas. Ante ello, la lectura del texto
teatral aparece como un acercamiento más pausado que invita a una contemplación
más analítica del uso del lenguaje y de los temas abordados por el autor, de
los diferentes niveles de lectura que puede ofrecer un buen texto literario.
La segunda razón remite a esta
última idea. El teatro es un género literario como lo son la poesía y la
narrativa, y como tal ofrece una tipología textual diferente, esencialmente
dialógica, que exige al lector situarse en diversos roles para asumir la voz de
distintos personajes. Al no existir un narrador, le corresponde a él unir las
piezas del rompecabezas para reconstruir los hechos representados, partiendo de
los diálogos y las acotaciones. Tal como señala, la española Isabel Tejerina, «la
especificidad del género teatral, que nace para ser representado, no invalida
la naturaleza literaria de sus textos. Por ello, sus obras de calidad también
pueden ser disfrutadas plenamente por el valor en sí mismo de su lenguaje
artístico».
Cabe mencionar una tercera
razón más utilitaria, pensada desde la perspectiva de la formación de los niños
como lectores. Puede que en la infancia haya cierto acercamiento al teatro como
espectáculo; sin embargo, el acercamiento a la lectura del texto teatral suele
darse de manera tardía, ya en la secundaria cuando es imperante en la escuela
leer a clásicos como Sófocles, Shakespeare o Calderón de la Barca. A pesar de
ello, no existe un itinerario de lecturas que preparen al niño lector para
enfrentarse a la interpretación de este tipo de textos.
Ante este panorama, resulta
alentador encontrar tres publicaciones recientes de teatro para niños editadas
en nuestro país, que sin duda contribuyen a diversificar la propuesta editorial
en cuanto a géneros se refiere:
Teatro para niños (SM, 2015)
Carlota Carvallo es un ícono
de la literatura infantil peruana y en esta publicación póstuma, con ilustraciones
de Carmen García, se presentan cuatro de sus obras teatrales más representativas:
La tacita de plata, Oshta y el duende, El monigote de papel y Florisel,
textos escritos entre las décadas de los 40 y los 60. Las dos primeras obras
obtuvieron el Premio de Teatro Escolar del Ministerio de Educación. Entre
ellas, destaca la historia de Oshta, adaptación de su cuento infantil más
célebre, en la que nos muestra la complejidad de la naturaleza humana y de las
relaciones sociales alternando entre la crudeza de la realidad y la fantasía.
Oshta es un niño que asume la responsabilidad de cuidar el rebaño ante la
ausencia de la madre. Él, a pesar de su corta edad, tiene las reglas claras: o
engaña o será engañado. Por ello, no duda en hacer que el zorro muera
atragantando y se vale de su cuerpo para embaucar al puma. Sin embargo, Oshta
no deja de ser un niño y la inocencia habita en él, por lo que termina siendo
embaucado por el duende, quien nos conduce hacia un final totalmente
inesperado.
Brujas, embrujo de
azúcar (Ludo, 2015)
Esta comedia
de la actriz ecuatoriana María Fernanda Gutierrez, con ilustraciones de Beatriz
Chung y prólogo de Percy Encinas, fue estrenada el 2016 y tiene como
protagonistas a tres brujas: Remedios, Ágata y Úrsula, quienes
gracias a sus hechizos y su locura, logran devolverle a un chef amargado la
alegría de cocinar. Con alegres canciones, diálogos breves y acotaciones a
veces largas, esta obra capta la atención del lector y lo envuelve en un mundo
culinario donde reina la fantasía. Por estar inicialmente pensada para
representarse en un restaurante o banquete, aprovechando el ingreso de los
platos, puede que el montaje de la obra por los niños resulte un poco más
complejo.
Blas, el zorrito audaz (Panamericana, 2017)
Celeste Viale Yerovi es una
destacada dramaturga peruana que impulsa el teatro para niños a través de la
Asociación Coladecometa, fundada junto a Alberto Ísola. En esta obra, ilustrada
por Christian Ayuni, nos presenta la historia de un zorrito llamado Blas, quien
siente ansias de crecer y ser “un zorro de verdad”. Para ello, debe ir hasta la
Selva Espesa y Salvaje, la SES, donde encontrará animales que le enseñarán a
ser feroz y audaz. En su camino, conoce a otros animales que anhelan llegar al
mismo lugar y junto a ellos participará en un concurso de baile cuyo premio son
los pasajes para la SES.
La obra destaca por el
abordaje de temas íntimos y sociales complejos, como el difícil proceso de
crecer e ir descubriendo quiénes somos, o los daños que provoca el hombre en el
hábitat de los animales, pero de manera sencilla y amena, sin caer en discursos
moralizantes. Además, la construcción de los personajes es interesante porque cada
uno tiene su propio conflicto, y el final abierto resulta inesperado para el
lector/espectador.
Lo que debes saber sí o sí
Tras el éxito de la trilogía
de Blas en el teatro y la publicación del primer libro, este año se ha hecho la
reposición de la obra en el Teatro Ricardo Blume, con ampliación de temporada
hasta el 09 de diciembre. Para más información, visita la fanpage de
Coladecometa.
Foto: Coladecometa |
Si quieres leer más teatro
para niños, te invitamos a visitar la web de Los Dramaturgos, donde encontrarás
5 obras de infantil, entre las que destacan las de Ernesto Ráez.
¿Dónde encontrarlas?
Teatro para niños está disponible a S/ 39 en Communitas y otros puntos
de venta de SM:
Brujas cuesta S/ 30 y puede encontrarse en librerías como El
Virrey, Communitas y la cadena Íbero.
Blas, el zorrito audaz se encuentra a S/ 35 en Crisol, Íbero, SBS,
Entre Páginas y en las oficinas de Editorial Panamericana (Calle Mercaderes
114, Surco).
¡Hola! Esta entrada me encantó. Recientemente pude ver la puesta en escena de un libro o, mejor dicho, poemario Abracadabra de Erika Stockholm. Y digo 'puesta en escena' porque lo que acompaña a la narración del libro es una serie de elementos del lenguaje escénico o recursos teatrales. Pienso ¿Puede llamarse teatro a toda la poesía puesta en escena? ¿Cuánta distancia hay del género con el kamishibai?
ResponderEliminarHola, Cassandra. ¡Qué bueno que te haya gustado la entrada! Concuerdo con la diferenciación que haces entre obra teatral y puesta en escena. Entiendo que una obra teatral, entendida en su forma más pura, debería narrar algo para ser considerada como tal. El kamishibai es la técnica de contar historias con ayuda de láminas de ilustración que se van colocando en el butai. Se le conoce como "teatro de papel" porque justamente el butai parece un pequeño escenario donde se van sucediendo una escena tras otra. Yo lo considero una técnica de narración más que teatro en sí.
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